jueves, 10 de agosto de 2017

El juicio mediático de Rafa Márquez y Julión Álvarez

Una vez más, varios medios de comunicación exhiben la vileza, la insensibilidad y el poco profesionalismo con el que ejercen el oficio periodístico, todo por la urgencia de ganar clics y convertirse en tendencia, sin importar que con ello contribuyan a destrozar la dignidad y la buena reputación que hasta hace unas horas tenían tanto Rafa como Julión (sí, también este último tenía una buena imagen, aunque a muchos no les guste su música, ese es otro asunto). Aquí unos ejemplos:
Carmen Aristegui, para variar, aprovecha la noticia para golpear al presidente Peña Nieto, pero de una manera burda, como lo hace cualquiera de los millones de haters que opinan y descargan su frustración en las redes sociales. Carmencita postea en Twitter (un tuit que tiene fijado, por cierto) un video de 36 segundos, donde primero señala cuáles fueron las dependencias encargadas de la investigación, con imágenes de Julión Álvarez de fondo y una musiquita dramática e inquisidora, como para dejar en claro que Julión es el malo de la película; y después, sin sentido alguno, hay un corte directo a un acto oficial donde el presidente de México elogia al cantante grupero, quien me imagino fue invitado. La intención del video es clara: "Ya ven, Peña Nieto es amigo de un despreciable delincuente ligado al narcotráfico". Bajo esta lógica, entonces los millones de aficionados al futbol que hemos coreado y vitoreado los goles de Rafa Márquez en la Selección Nacional, también somos despreciables por haberle hecho reverencias a un presunto delincuente. Muchos otros medios hicieron lo mismo, pero ninguno de manera tan efática y con una intención tan clara de golpear al presidente, como Aristegui Noticias.
Otro botón de muestra es Publimetro, medio que se subió sin pudor alguno al tren de mame publicando "notas" que no son notas, tan cobardes e insensibles como esta: "Crueles memes atacan a Rafa por supuesto nexo con el narco". Es decir, el diario se "compadece" de Rafa, pero difunde sin empacho las burlas que circulan en redes sociales. Es claro que no les importa la ética periodística, sino las vistas, los likes, las veces que se comparte su contenido basura. Miserable por donde se le vea.
Otro ejemplo más, no tan abyecto como los dos anteriores, es el de la editora de Huffpost México, Laura Raquel Manzo, quien publicó su opinión al respecto bajo el insidioso título: "No podemos llamarlo de otra manera: si Rafa Márquez está con el narco, es un traidor". O sea, lo llama "traidor", peeeero, solo si está con el narco. ¡Ah, menos mal!, y yo pensando que era un título amarillista. El texto sigue la misma línea, es básicamente un lamento desgarrador porque se cayó a pedazos el ídolo del futbol; claro, siempre y cuando sean verdad todas las acusaciones, algo que tardará bastante tiempo en saberse. Y así, varios periodistas se aventuraron a emitir un jucio sobre Rafa Márquez, la mayoría de ellos apenas le conceden -tibiamente- el beneficio de la duda, pero en el discurso, dan por hecho que es culpable.
Por lo pronto, Rafa ya hizo lo que casi nadie hace en estos casos: dar la cara. Y no solo negó categóricamente las acusaciones en su contra, sino que se presentó a declarar voluntariamente a la PGR.
A lo largo de su carrera, Rafa Márquez ha demostrado ser un hombre íntegro y de convicciones, lo que menos se merece es este juicio mediático. Honestamente, creo que es inocente, sin embargo, es muy probable que haya sido embaucado por gentes cercanas a él en las que confiaba. Ojalá que pueda comprobar su inocencia, lo peor que le puede pasar a este país es perder la esperanza.

viernes, 16 de junio de 2017

La doble moral de la FIFA

Por un lado, la FIFA busca erradicar las expresiones de homofobia y racismo de los estadios (por cierto, resulta curioso que utilice los términos "homofobia" y "racismo" como si de alguna manera estuvieran vinculados, como si los homosexuales fueran una raza); por el otro, le otorga la sede de la Copa Confederaciones a Rusia, un país donde la homosexualidad es prácticamente un delito. 

El "¡eeeh puto!" que se grita en México nunca ha tenido una carga semántica homofóbica, es más, la expresión está casi desprovista de significado, es simplemente un grito de alegría, de diversión, punto. Ninguno de los miles de asistentes grita con odio pensando que el portero rival es homosexual. Pero la FIFA y su obtusa dirigencia no lo entiende, o no quiere entenderlo.

Que sigan multado a la Federación Mexicana de Futbol. Que México juegue con estadios vacíos. Que expulsen a nuestro país de su puto organismo (trivia: ¿qué significa este último "puto" que acabo de escribir?) ¡Que se vayan al carajo! Ya es hora de dar la pelea contra esa nociva corrección política que comienza a asfixiar una de nuestras libertades más preciadas: la libertad de expresión. 

Mucha gente piensa que, se esté o no de acuerdo con el polémico grito, los aficionados deberían acatar la orden de la FIFA, sencillamente porque se trata del órgano rector del futbol y esas son sus reglas. Yo digo rotundamente que NO, hay libertades que no se negocian. Muchos de los grandes horrores de la humanidad, muchas de las tiranías (en este caso del lenguaje) suelen surgir con las mejores intenciones. 

La FIFA ya decidió (por la gónadas de algunos directivos estultos) que "puto" es un término homofóbico per sé, con un significado único, universal e inamovible. La cerril decisión deja muy en claro que el organismo ignora el caracter polisémico del lenguaje y desprecia el uso de la lengua que tienen los habitantes de cada país. No hay que permitirlo, defendamos nuestro derecho a gritar con júbilo "¡eeeh puto!" cuando y donde se nos pegue la gana.

Y quien no me crea, lo invito a que vaya a la próxima marcha del orgullo gay en Ciudad de México (si no me equivoco es el 24 de junio), para que escuche a la comunidad homosexual gritar alegremente y sin pudor: ¡arriba los putos! Y nadie se ofende.

sábado, 10 de junio de 2017

El Batman de mi infancia

Debió ser en 1986 cuando me sentaba todas las tardes frente al televisor, alrededor de las 17:00 hrs., a ver la serie de Batman, protagonizada por Adam West. Lo recuerdo perfectamente porque mi madre llegaba de trabajar justo después de que terminaba el programa, cuando el narrador me dejaba en total suspenso y decía: "no te pierdas el desenlace mañana a la misma batihora, y por el mismo baticanal". 

Aquella serie nada tiene que ver con las producciones que se hacen ahora, tanto en cine como en televisión. Comparada con Game of Thrones (de la que tanto he hablado últimamente) o con los filmes de Batman dirigidos por Christopher Nolan, el hombre murciélago que encarnaba Adam West parece una caricatura, una acuarela de un niño de kínder frente a un óleo de un pintor renacentista. 

Sin embargo, sería injusto negarle cierta genialidad a ese programa televisivo; a ese Batman con panza de casado, ataviado con un disfraz ridículo (una mezcla entre mallas de ballet y mameluco); a ese opening inolvidable de dibujos animados; a esa sensual Gatúbela; a esas absurdas onomatopeyas de puñetazos y patadas, que cubrían la pantalla cada vez que se suscitaba una batalla campal entre superhéroes y villanos; a esas memorables peleas a puño limpio y a ritmo de "Batusi"; a esas surrealistas escapatorias de la muerte (podía salvarse sacando una pócima mágica de su cinturón, o bien, haciendo suertes taurinas con su capa para desviar a una manada de toros en estampida).

Eran tiempos felices, cuando las tardes transcurrían mientras jugaba con mis muñecos Playmovil, mis He-man (así generalizaba a todos los personajes) o mi Optimus Prime; mientras jugaba en el patio con mis vecinos a "las pistolas", "las trais" o futbol. Y por supuesto, cuando el final de cada capítulo de Batman anunciaba el regreso de mi madre del trabajo.

jueves, 18 de mayo de 2017

¿Por qué no votar por el PRI este 4 de junio?

Hago un recuento rápido de mis amigos que viven en el Estado de México y que han padecido alguno de los siguientes delitos en dicha entidad: asalto en transporte público, robo de auto, robo a mano armada, secuestro, secuestro exprés y asesinato. Los municipios conurbados del Edomex son verdaderos círculos del infierno.

Ya no se trata de percepción, de estar a favor o no del PRI. Es una realidad tangible e ineludible que viven millones de mexiquenses y miles de personas provenientes de la CDMX que periódicamente tienen que ingresar a esa tierra sin ley que es el Edomex.

Los municipios de Ecatepec, Tlalnepantla, Naucalpan, Tultitlán, Nezahualcóyotl, Coacalco, Cuautitlán y Cuautitlán Izcalli cada vez se parecen más a las favelas brasileñas. La gente vive hacinada. No hay parques ni espacios públicos de esparcimiento. Las vialidades están en pésimas condiciones. El paisaje urbano es deprimente: gris, contaminado, con calles atestadas de autos, sin árboles ni áreas verdes. El transporte público es infame y sumamente inseguro, sin mencionar las horas que hay que pasar en el tráfico en la ida y vuelta al trabajo.

La gente ya se ha acostumbrado a vivir así: con miedo, hacinada, con calles feas, servicios públicos de ínfima calidad y servidores públicos ineficientes y corruptos. Eso no puede continuar, es indigno. La indiferencia e indolencia de los gobernantes vulnera los Derechos Humanos de los mexiquenses.

Vienen las elecciones, y es deprimente escuchar a los candidatos con sus propuestas huecas, su desconocimiento de los problemas de la gente, su cinismo, su indiferencia. Es verdad, todos parecen estar cortados con la misma tijera. Sin embargo, creo que está vez el electorado debería tener un objetivo común: echar al PRI del Estado de México.

Los demás contendientes no parecen mejor opción, pero definitivamente el PRI ya no puede continuar gobernando en el Estado de México. El partido tricolor es impresentable, y no tiene ya ningún argumento para volver a pedir el voto de la gente. Cualquier propuesta que presente se hace polvo en el aire: “Mano dura contra la delincuencia”, “reducir la pobreza”, “combate a la corrupción”. Pregunta elemental: ¿por qué no lo hicieron en los 90 años que llevan gobernando? Se quedaron sin dedos para tapar el sol.

Insisto, ya no se trata de estar a favor o en contra de un partido. Se trata de no darle otra vez el poder a quienes han despreciado a los mexiquenses y que han convertido la entidad en un cinturón de miseria y terror.

El horror ahí está, no hay manera de ocultarlo. Hay estadísticas, reportes de diversas ONG’s, investigaciones periodísticas de medios nacionales e internacionales, miles o tal vez millones de testimonios en agencias del ministerio público y en grupos de Facebook y páginas de internet.

Tal vez parezca inútil, pero hay que hacerlo, por algo se empieza el cambio. Voten por quien quieran (y como reza el dicho popular: “que Dios nos agarre confesados”), pero menos por el PRI. Esto no significa darle un cheque en blanco a la oposición y, por supuesto, con la salida del PRI no se resolverán los problemas por arte de magia, pero es un primer paso, urgente, que hay que dar.


Si están de acuerdo por favor compartan, que no se quede esto en un simple mensaje para mis amigos de Facebook, Twitter o a los escasos seguidores de este blog. Hay que hacer de esto una madeja que vaya creciendo y cimbrando conciencias. Si tienen otra propuesta, con gusto me sumo, pero hay que hacer algo. ¡Ya! #NiUnVotoMásAlPRI 

martes, 10 de enero de 2017

Florence: la mejor peor de todas (y otras reflexiones)

En el papel es una comedia, pero el trasfondo revela una triste realidad. Me explico.

Florence: La mejor peor de todas (título particularmente horrendo) es una biopic sobre Florence Foster Jenkis (interpretada por Meryl Streep, acaso la mejor actriz en activo del mundo), una mujer acaudalada y amante de la música que ha decidido cumplir su sueño de cantar en el Carnegie Hall de Nueva York.

El problema es que Florence cree tener la voz de una gran soprano, pero en realidad canta como Lyn May (búsquenla en YouTube o vean la película Bellas de noche, 2016). La lunática Phoebe de la serie Friends es la analogía perfecta.

Florence está casada con St. Clair Bayfield (un Hugh Grant espléndido, en un papel muy distinto al que nos tiene acostumbrados), quien por años se las ha arreglado para que nadie le haga ver a su mujer lo pésima cantante que es en realidad.

En cada presentación, Bayfield se encarga de sobornar a la prensa y al público para que aplaudan complacientes los berridos de Florence; pero esta vez no le será tan fácil lograr su cometido, especialmente por un crítico del New York Post que está empeñado desvelar el engaño.

Se trata de una comedia redonda con momentos tan hilarantes como conmovedores; después de todo y aunque parezca inverosímil—, la historia que cuenta está basada en hechos reales.

Destaca también la actuación de Simon Helberg (mejor conocido por su papel de Howard en The Big Bang Theory), quien da vida al novel pianista Cosmé McMoon; además del estupendo diseño de producción. Es difícil creer que la película se filmó en Inglaterra en 2016, y no en Nueva York en 1944.

Hasta aquí la parte cómica.

Lo que me parece trágico —todo lo que viene a continuación es una reflexión a posteriori que, en estricto sentido, no tiene nada que ver con la película— es que la historia de Florence es una farsa que vivimos  todos los días y en todos los ámbitos.

Pienso por ejemplo en la prensa vendida —literalmente— que hace reseñas complacientes de malas películas, a cambio de que las distribuidoras los lleven a los junkets en Estados Unidos para entrevistar 5 minutos a las estrellas de Hollywood. Aquí un breve y divertido artículo que ilustra muy bien lo que es un junket: http://tinyurl.com/j7bd8kp

Pienso en los programas de espectáculos de radio y televisión que en vez de hacer un trabajo serio de crítica de teatro, cine, literatura y exposiciones de arte, se dedican a promocionar productos culturales mediocres sin el menor rigor periodístico.

Pienso en los críticos como Álvaro Cueva, quien no solo promueve series vergonzosas como 40 y 20, sino que asegura que su protagonista, el "Burro" Van Rankin, es una “revelación”. Si tienen tiempo que perder, busquen el texto infame en el portal de Milenio, se llama “Blim: orgullo nacional”.

Pienso también en los padres indulgentes que en lugar de señalar y corregir los errores de sus hijos, los justifican y los solapan.

Pienso en el terrible daño que hace el Estado al impedir que se repruebe a los niños de primaria por considerar que dicha acción perjudica el desarrollo emocional de los infantes.

Pienso en algunas universidades públicas y privadas que regalan el título a sus estudiantes, arrojando al mercado laboral profesionistas incompetentes, incapaces de escribir una oración concreta, coherente y sin faltas de ortografía. He visto casos verdaderamente lamentables.

Como diría Peña Nieto, yo te pregunto: ¿hasta cuándo permitiremos esta clase de engaños?

Ya es hora de gritar que el rey está desnudo y mirarnos tal como somos frente al espejo.

Sí, todo eso pensé después de ver la película.