miércoles, 24 de febrero de 2016

En busca de la mejor pizza de la #CDMX Capítulo 2: Ostería 8.

Supe de esta pizzería por recomendación del chef Ricardo Muñoz Zurita, uno de los gastrónomos más respetados de México y propietario de los restaurantes Azul (el del Centro Histórico está precioso, si lo visitan pidan la sopa de tortilla y los buñuelos de pato, son deliciosos). No es que el chef sea mi amigo, la sugerencia vino de su cuenta de twitter. Palabras más, palabras menos, escribió lo siguiente: “Para mí, las mejores pizzas de la ciudad son las de Ostería 8”. Difícil resistirse a semejante provocación, sobre todo viniendo de un chef de tanto prestigio (búsquenlo en Google, para que se den un quemón); no se trataba del Burro Van Rankin recomendando los Héroes del Norte en Blim.

La primera vez que fui no me quedaron mal. Fui con mi jefa y unos compañeros de trabajo. Pedimos una pizza de jamón serrano español y una de salchicha italiana. A todos nos sorprendió lo buenas que estaban, especialmente la primera. Llegamos sin grandes expectativas y salimos muy satisfechos. Fue una tarde redonda de amigos, buena charla, pizza y cerveza.

Una vez comprobada la calidad, regresé con otra amiga, a quien le prometí que probaría las mejores pizzas del universo. Como regla de vida insoslayable, en aquella ocasión me cayó la ley de Murphy. Las pizzas simple y sencillamente no estuvieron a la altura de lo que prometí (aunque tampoco estuvieron mal). Esa pinche ley aplica en todo: restaurantes, películas, libros, lugares turísticos, personas... no importa, siempre que hables bien de algo, seguro te quedará mal.

He visitado en muchas ocasiones este lugar, pero menciono estas dos experiencias porque el restaurante se maneja en esos claroscuros; sin embargo, el balance final es positivo.

Empecemos por lo bueno: es un lugar pequeño y acogedor (apenas 10 mesas), ubicado a dos cuadras del metro Chapultepec, pero lejos de la romería del comercio ambulante que se encuentra alrededor; de hecho la calle donde se encuentra es tranquila y poco transitada.

En cuanto a las pizzas, aunque ya no me parecen gloriosas, siguen siendo una estupenda opción. Son de masa delgada muy rica, así que no caen pesadas. Las que más me gustan y sin duda recomiendo son la pizza de jamón serrano español (arúgula, jamón serrano, salsa de jitomate, queso mascarpone y mozzarella) y la pizza de higo con jamón serrano (queso mascarpone, mozzarella, higo, jamón serrano y jarabe de vino tinto). Si no les entusiasma la dualidad dulce-salado, pidan clásica pizza margarita (salsa de jitomate, mozzarella y albahaca), esa nunca falla. Y si no les gusta esa, pues váyanse a otro lado.

Otro punto a su favor es la relación calidad-precio. Los ingredientes son de primera calidad, y una pizza y una entrada son suficientes para dos personas. Las pastas también son muy buenas, pero en este caso las porciones que sirven no son muy generosas que digamos. Luego les recomiendo un lugar bueno, bonito y barato donde se pueden dar un atascón de excelente pasta por menos de $150.

El negrito en el arroz es el servicio, que sin ser lo peor, es inexplicablemente descuidado. Por ejemplo, a veces se les olvida servir el flatbread que hacen al momento (buenísimo) y que siempre debe estar presente en las mesas; igual pasa con el aceite de olivo y el vinagre balsámico. También tienen especiales fuera del menú que nunca ofrecen, a menos que el cliente pregunte. Pero sobre todo, lo que más les hace falta es actitud de servicio; los meseros no conocen ese concepto.



Ostería 8
Sinaloa 252, col. Roma. A dos cuadras del metro Chapultepec.
Consumo promedio por persona: $200.

domingo, 7 de febrero de 2016

En busca de la mejor pizza de la #CDMX Capítulo 1: Central de Pizzas

Advertencia: esta crítica seguramente va a herir susceptibilidades. Ni modo, la vida no es justa.
Son buenas, decían. Están ricas, decían. ¿Quién dice, por qué lo dice, por qué se meten con mis macetas? Comencemos por el aspecto físico. Son pizzas gordas, desparramadas, vulgares. Cada rebanada es precisamente eso: una vulgar gorda desparramada. Y a eso saben. Me explico.
Recuerdo que hace varios años fui con dos amigos a un prostíbulo (así casual, yo ni sabía que existía) ubicado a unas cuadras de mi casa —la Santa María la Ribera es muy versátil—. Nos sentamos a la mesa y pedimos unas cervezas. Vimos la oferta del lugar, pero nada nos gustó. Cinco minutos más tarde, el barman-padrote-portero-vigilante, no estoy seguro cuál era su labor en el lugar, sentenció en forma de pregunta: ¡¿Qué no van a coger?!
Uno de mis amigos ya le había echado el ojo a la chica menos fea y de mejor cuerpo (el lugar no era precisamente la Mansión Playboy), pero no se decidió pronto, así que otro cliente la cogió primero —tal cual— y se la llevó a uno de los cuartos. Ante su frustración, mi otro amigo y yo le insistimos para que eligiera a otra. No quería, pero cedió. Se metió a la habitación con una mujer menos agraciada de lo que él hubiera deseado. Salió en menos de cinco minutos. Reímos. Nos burlamos de él. Nos contó que cuando la mujer se desvistió, se quitó una faja que dejó al descubierto sus enormes lonjas (juro que es verdad lo que estoy contando). Cuenta mi amigo que era la primera vez que le daba asco tener sexo (me consta que siempre le han gustado las mujeres muy delgadas), así que ni siquiera dejó que la chica le hiciera sexo oral, solo la penetró y terminó lo más rápido que pudo. Lo peor de todo es que pagó por ello.
Se estarán preguntando, ¿a qué viene toda esta patética historia? Pues a que así me sentí con las pizzas de Central de Pizzas. Fue como si me hubiera acostado con una prostituta obesa y vulgar, con la que tuve sexo solo porque ya había pagado.
Para acabar pronto, no me gustaron. La masa es gruesa e insípida, igual que la salsa, el queso y los demás ingredientes; cada rebanada es un mazacote sin chiste. Terminé con la peor sensación que se pueda tener después de comer: con el estómago lleno y el paladar insatisfecho. También hay pizzas de masa delgada, pero según me dijo el mesero, en los paquetes (o por lo menos en el que yo pedí) solo se sirven pizzas de masa gruesa, lo que le resta todavía más puntos al restaurante.
A su favor tiene dos cosas: el precio ($80 por dos rebanadas llenadoras -yo pedí Margarita y Provolone con jamón- y un refresco) y el lugar, ya que fui a la sucursal que está en el Comedor Lucerna, un nuevo espacio gastronómico bastante agradable, pero esa es otra historia.



Central de Pizzas Comedor Lucerna.
Lucerna 51, esq. Lisboa, col. Juárez.
Consumo promedio: $100.