domingo, 7 de febrero de 2016

En busca de la mejor pizza de la #CDMX Capítulo 1: Central de Pizzas

Advertencia: esta crítica seguramente va a herir susceptibilidades. Ni modo, la vida no es justa.
Son buenas, decían. Están ricas, decían. ¿Quién dice, por qué lo dice, por qué se meten con mis macetas? Comencemos por el aspecto físico. Son pizzas gordas, desparramadas, vulgares. Cada rebanada es precisamente eso: una vulgar gorda desparramada. Y a eso saben. Me explico.
Recuerdo que hace varios años fui con dos amigos a un prostíbulo (así casual, yo ni sabía que existía) ubicado a unas cuadras de mi casa —la Santa María la Ribera es muy versátil—. Nos sentamos a la mesa y pedimos unas cervezas. Vimos la oferta del lugar, pero nada nos gustó. Cinco minutos más tarde, el barman-padrote-portero-vigilante, no estoy seguro cuál era su labor en el lugar, sentenció en forma de pregunta: ¡¿Qué no van a coger?!
Uno de mis amigos ya le había echado el ojo a la chica menos fea y de mejor cuerpo (el lugar no era precisamente la Mansión Playboy), pero no se decidió pronto, así que otro cliente la cogió primero —tal cual— y se la llevó a uno de los cuartos. Ante su frustración, mi otro amigo y yo le insistimos para que eligiera a otra. No quería, pero cedió. Se metió a la habitación con una mujer menos agraciada de lo que él hubiera deseado. Salió en menos de cinco minutos. Reímos. Nos burlamos de él. Nos contó que cuando la mujer se desvistió, se quitó una faja que dejó al descubierto sus enormes lonjas (juro que es verdad lo que estoy contando). Cuenta mi amigo que era la primera vez que le daba asco tener sexo (me consta que siempre le han gustado las mujeres muy delgadas), así que ni siquiera dejó que la chica le hiciera sexo oral, solo la penetró y terminó lo más rápido que pudo. Lo peor de todo es que pagó por ello.
Se estarán preguntando, ¿a qué viene toda esta patética historia? Pues a que así me sentí con las pizzas de Central de Pizzas. Fue como si me hubiera acostado con una prostituta obesa y vulgar, con la que tuve sexo solo porque ya había pagado.
Para acabar pronto, no me gustaron. La masa es gruesa e insípida, igual que la salsa, el queso y los demás ingredientes; cada rebanada es un mazacote sin chiste. Terminé con la peor sensación que se pueda tener después de comer: con el estómago lleno y el paladar insatisfecho. También hay pizzas de masa delgada, pero según me dijo el mesero, en los paquetes (o por lo menos en el que yo pedí) solo se sirven pizzas de masa gruesa, lo que le resta todavía más puntos al restaurante.
A su favor tiene dos cosas: el precio ($80 por dos rebanadas llenadoras -yo pedí Margarita y Provolone con jamón- y un refresco) y el lugar, ya que fui a la sucursal que está en el Comedor Lucerna, un nuevo espacio gastronómico bastante agradable, pero esa es otra historia.



Central de Pizzas Comedor Lucerna.
Lucerna 51, esq. Lisboa, col. Juárez.
Consumo promedio: $100.

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