miércoles, 20 de marzo de 2013

Jaime Sabines


Mi primer encuentro con Sabines fue unos días después de su muerte, en la parada del camión. Ahí lo conocí, en un anuncio oficial en el que se leía un fragmento de uno de sus poemas. No recuerdo cuál era, pero aquellas palabras llegaron a una parte de mi ser que hasta ese momento desconocía. Fue amor a primera vista. Desde entonces quedé prendado de su obra.
De cuando en cuando regreso a leerlo. Me sigue pasmando el célebre “Espero curarme de ti”. Me sorprende que en “Del Mito” (de apenas seis líneas de extensión) haya logrado configurar toda una filosofía de vida. Y me conmueve que le haya dedicado poemas tan bellos a su televisor descompuesto y a su automóvil nuevo.

Jaime Sabines debe ser uno de los pocos autores a los que la gente les expresa sincera devoción, porque sus palabras fueron directas, honestas, transparentes. Cuando tropezaba con una piedra, decía simplemente “pinche piedra”.

Hoy se cumplen 14 años de su partida (de hecho fue ayer, solo que como a Joaquín Sabina me dieron las doce y la una y las dos y las tres…), y quiero celebrar que está más vivo que nunca.


TE DESNUDAS IGUAL que si estuvieras sola
y de pronto descubres que estás conmigo.
¡Cómo te quiero entonces

entre las sábanas y el frío!
 
Te pones a flirtearme como a un desconocido
y yo te hago la corte ceremonioso y tibio.

Pienso que soy tu esposo

y que me engañas conmigo.

¡Y cómo nos queremos entonces en la risa
de hallarnos solos en el amor prohibido!

(Después, cuando pasó, te tengo miedo
y siento un escalofrío.)



domingo, 17 de marzo de 2013

El origen de mis palabras


Debió ser un poema el que leíamos aquella vez. Tercero de secundaria, clase de español con el maestro asesor, el mismo viejo hosco que en una ocasión me puso como lazo de cochino frente a toda la clase por no saber un carajo del conflicto que recién había estallado en Chiapas. ¡Pinche Geppetto puto! Así le apodamos, era igualito al papá de Pinocho.

“… con desdén lozano”. Detuvo la lectura y nos ordenó sacar el diccionario. El significado de “lozano” realmente lo aprendí con el paso del tiempo, cuando asocié la palabra con el rostro de un bebé… en un principio. Ahora me imagino unas nalgas tersas y carnosas.

La palabra que sí se me quedó grabada desde ese entonces fue “desdén”.  Me gustó su musicalidad fonética. Me pareció además un término de sutil significado y, al mismo tiempo, de alcances semánticos devastadores. A la fecha me resulta dolorosamente poética, noble pero implacable. Es una forma cortés y descorazonada de decirle a alguien que no es nadie.

Si las palabras se dividieran en clases sociales, “desdén” formaría parte de la aristocracia.