No somos nada. En el cosmos, el planeta Tierra y la humanidad son tan insignificantes como un grano de arena en el fondo del mar. Pero se nos olvida. Ayer vi la película La llegada (Arrival) y me resultó casi una revelación.
Sabemos que la Tierra algún día se extinguirá y, sin embargo, damos casi por hecho que nuestra generación no será testigo del fin del mundo. Lo cierto es que, así como se calcula que a nuestro planeta aún le quedan algunos miles de años de vida; también podría ser que mañana mismo desapareciera.
Y es verdad. Seguramente todos recuerdan aquel meteorito que cayó en Rusia en 2013, el cual dejó más de mil heridos y daños en cientos de edificios. Si eso pudo hacer una ínfima roca interestelar de aproximadamente 50 toneladas de peso, ahora imaginen lo que haría una piedrita un poco más grande.
Es ingenuo pensar que la vida humana es la única que existe en el universo. Si bien no creo en los caballos voladores que presenta Jaime Maussan o en otras tantas bellezas de cientos de charlatanes, la sola posibilidad de que entes extraterrestres hagan contacto con los seres humanos me parece fascinante.
La cinta no hecha mano de los recursos argumentales y técnicos que suele utilizar Hollywood en este tipo de películas (extraterrestres que quieren destruir el planeta Tierra o conquistar a la humanidad, batallas épicas, héroes, viajes intergalácticos, explosiones, fastuosos efectos especiales). No es una lucha entre marcianos y terrícolas. Se trata de una historia seria de ciencia ficción con una propuesta filosófica que invariablemente llama a reflexionar. En una primera lectura el mensaje puede resultar muy básico, pero si se mira a detalle, es mucho más profundo, aunque siempre quedará abierto a la interpretación y sensibilidad de cada espectador.
Pero no solo eso. Estética, técnica y dramáticamente el filme es impecable, los primeros 20 minutos son escalofriantes, pues transmiten toda la ansiedad, incertidumbre y angustia que se supone debe sentirse si 12 OVNIS de colosales proporciones se posaran en diversos puntos del planeta.
En los últimos minutos de la película (spoiler alert!), Ian (Jeremy Renner) voltea al cielo y le dice a Louise (Amy Adams) —cito de memoria—: “he pasado mi vida contemplando el cielo lleno de estrellas, pero nada me ha sorprendido más como el hecho de haberte conocido”. El diálogo me parece bellísimo, y creo que resume, en buena parte, el mensaje del filme.
Les diría que la fueran a ver, pero no creo que vaya a gustar a muchos; además, prácticamente ya salió de cartelera. De cualquier forma, un día dense la oportunidad de verla, igual y le encuentran un sentido a la vida.