Muchos habrán pensado lo mismo que yo
antes de ver The danish girl: debe ser una buena
película. La historia la tenía y daba para mucho, pues está basada
(o inspirada, según se le quiera ver) en la vida de Einar Wegener,
el artista danés que se realizó la primera operación de cambio de
sexo de la cual se tenga conocimiento, para después adoptar una
nueva identidad bajo el nombre de Lili Elbe.
El protagonista también lo tenía.
Eddie Redmayne es un actor sólido cuya capacidad histriónica está
más que probada. Apenas el año pasado se llevó el Oscar
-merecidamente- por su interpretación como Stephen Hawking en la
película La teoría del todo. Además, Redmayne era
perfecto para encarnar a un transexual, pues sus características
físicas no son precisamente las de un macho alfa lomo plateado, sino
al contrario, tiene rasgos andróginos.
Pero si todo estaba en bandeja de
plata, entonces ¿qué falló? Pues precisamente la historia y la
actuación de Redmayne, de lo cual también es responsable el
director Tom Hooper.
El error más grave de la película es
no abordar el conflicto psicológico del protagonista. Si una
extracción de muelas en ocasiones puede ser traumática, una
extracción de verga y güevos debe ser absolutamente terrorífica.
Pero a la guionista Lucinda Coxon eso no le pareció importante, así
que, si bien hay lágrimas y sufrimiento, nunca nos enteramos del
proceso emocional y psicológico por el que atraviesa el personaje.
Pareciera que para convertirse en Lili, Einar simplemente buscó a un
doctor que le hiciera “la jarocha” y asunto arreglado. Por eso la
historia no conecta con el público, y se percibe plana y aburrida.
Por otro lado, la actuación de Eddie
Redmayne es cumplidora, más no convincente, y para su desgracia, su
caracterización tampoco está muy bien lograda, por lo que todo el
tiempo parece una “vestida”. En definitiva, este año la
nominación al Oscar de Redmaye es un regalo para generar más
expectativa en la ceremonia de premiación, pero no tiene ninguna
posibilidad de llevarse la estatuilla, ese premio ya tiene nombre y
apellido: Leonardo DiCaprio.
Donde sí luce la película es en el
diseño de producción: vestuario, escenografía, ambientación,
locaciones... todo es magnífico. En este apartado la cinta sí se
merece la nominación al Oscar, aunque sus posibilidades de ganar son
reducidas, pues compite contra Bridge of spies (chulada de
película), Mad Max: fury road (no fue mi máximo, pero el
diseño de producción es fuera de serie), The martian (ídem)
y The revenant (ídem).
Por último, lo que me pareció
verdaderamente asombroso es que, a pesar de su homofobia, el
presidente de Rusia, Vladímir Putin, bajo el seudónimo de Matthias
Schoenaerts, haya aceptado actuar en esta película. Quienes ya la han visto, sabrán de lo que hablo.
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