domingo, 31 de enero de 2016

The danish girl: un eunuco castrado emocionalmente

Muchos habrán pensado lo mismo que yo antes de ver The danish girl: debe ser una buena película. La historia la tenía y daba para mucho, pues está basada (o inspirada, según se le quiera ver) en la vida de Einar Wegener, el artista danés que se realizó la primera operación de cambio de sexo de la cual se tenga conocimiento, para después adoptar una nueva identidad bajo el nombre de Lili Elbe.

El protagonista también lo tenía. Eddie Redmayne es un actor sólido cuya capacidad histriónica está más que probada. Apenas el año pasado se llevó el Oscar -merecidamente- por su interpretación como Stephen Hawking en la película La teoría del todo. Además, Redmayne era perfecto para encarnar a un transexual, pues sus características físicas no son precisamente las de un macho alfa lomo plateado, sino al contrario, tiene rasgos andróginos.

Pero si todo estaba en bandeja de plata, entonces ¿qué falló? Pues precisamente la historia y la actuación de Redmayne, de lo cual también es responsable el director Tom Hooper.

El error más grave de la película es no abordar el conflicto psicológico del protagonista. Si una extracción de muelas en ocasiones puede ser traumática, una extracción de verga y güevos debe ser absolutamente terrorífica. Pero a la guionista Lucinda Coxon eso no le pareció importante, así que, si bien hay lágrimas y sufrimiento, nunca nos enteramos del proceso emocional y psicológico por el que atraviesa el personaje. Pareciera que para convertirse en Lili, Einar simplemente buscó a un doctor que le hiciera “la jarocha” y asunto arreglado. Por eso la historia no conecta con el público, y se percibe plana y aburrida.

Por otro lado, la actuación de Eddie Redmayne es cumplidora, más no convincente, y para su desgracia, su caracterización tampoco está muy bien lograda, por lo que todo el tiempo parece una “vestida”. En definitiva, este año la nominación al Oscar de Redmaye es un regalo para generar más expectativa en la ceremonia de premiación, pero no tiene ninguna posibilidad de llevarse la estatuilla, ese premio ya tiene nombre y apellido: Leonardo DiCaprio.

Donde sí luce la película es en el diseño de producción: vestuario, escenografía, ambientación, locaciones... todo es magnífico. En este apartado la cinta sí se merece la nominación al Oscar, aunque sus posibilidades de ganar son reducidas, pues compite contra Bridge of spies (chulada de película), Mad Max: fury road (no fue mi máximo, pero el diseño de producción es fuera de serie), The martian (ídem) y The revenant (ídem).

Por último, lo que me pareció verdaderamente asombroso es que, a pesar de su homofobia, el presidente de Rusia, Vladímir Putin, bajo el seudónimo de Matthias Schoenaerts, haya aceptado actuar en esta película. Quienes ya la han visto, sabrán de lo que hablo.

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