Bastaba ver el tráiler para saber que “La Dictadura Perfecta” era una porquería de película. Fui a verla solo para tener los pelos de la burra en la mano.
¿Cómo explicarlo? Si la intención era hacer un filme que criticara a los políticos y al poder de los medios de comunicación, pues entonces falló terriblemente. En ese sentido, la película es un chiste, pero un chiste sin gracia, burdo y muy mal contado. Es difícil imaginar que este director es el mismo de la excepcional “La ley de Herodes”.
Los personajes son un champurrado indefinible (en su papel de presidente de México, Sergio Mayer es una mezcla de Fox con Peña Nieto). Los hechos reales a los que hace referencia se cuentan de una manera tan torpe y ridícula que resultan inverosímiles. Y no solo eso, el director los manipula y les agrega de su cosecha en aras de hacerlos graciosos, pero lo único que consigue son escenas estúpidas que ya no dan risa.
El guión de esta película es para el cine, lo que “fresas y más fresas, si no me quieres, por qué me besas” para la poesía. La historia que plantea es de un maniqueísmo absurdo, y no es ni comedia, ni drama, ni farsa, ni cine de denuncia, ni documental, ¡ni madres! Lo que sí es, es aburrida –por momentos-.
Bueno, para acabar pronto, lo que se ve en la pantalla no es más que la más grande chaqueta mental que jamás haya tenido el director Luis Estrada. Sé que no me van a hacer caso e irán a verla. Allá ustedes.