Técnicamente, Cantinflas en una excelente película: vestuario, iluminación, fotografía, audio, tomas y movimientos de cámara... todo muy bien; incluso la secuencia de créditos al principio de la cinta (algo que pocas veces trasciende) es estupendo.
Las actuaciones, aunque disparejas (consecuencia en parte de un casting bastante fallido, por ejemplo, la actriz que intenta darle vida a María Félix es un chiste), cumplen; especialmente la del protagonista Óscar Jaenada, quien hace una interpretación impecable del cómico mexicano. Su caracterización, gestos, movimientos corporales, entonación de voz... todo es perfecto.
De donde cojea terriblemente la película es del guión. En general se le ha criticado porque no profundiza en la vida de Mario Moreno, y se queda solamente en el personaje de Cantinflas. Y es verdad, pero el problema no es ese. Si el director quiere hacer un homenaje a Cantinflas y mostrar solo el lado positivo del personaje, es muy válido. Además, a la gente le gustan las historias condescendientes (por algo son tan exitosas las chick flicks). Lo malo es que el guión no va a ningún lado.
Aunque hay un hilo conductor, la narrativa se siente plana porque la historia no va para ninguna parte, o, en el mejor de los casos, se dirige a un punto intrascendente. Una biopic debe ser un vaivén de emociones en el que la trama poco a poco envuelva al espectador, de tal forma que se desborde de emoción con los éxitos del personaje y sufra de igual forma sus fracasos, hasta llegar a un clímax que todo mundo espera.
Solo por mencionar un ejemplo reciente, en Jersey Boys, de Clint Eastwood, la escena ya al final de la película donde el grupo canta por primera vez "Can't take my eyes off you", es estremecedora, se pone la piel chinita solo de oír la canción.
Pero en Cantinflas solo hay una secuencia de escenas que recrean capítulos por todos conocidos de la vida del artista; que sí, están bien hechas; sí, algunas son chistosas, pero nada más, no hay un solo punto climático, ni siquiera cuando le gana el Globo de Oro al mismísimo Marlon Brando. Por eso es que, cuando termina la película, queda una sensación agridulce de insatisfacción; como que estábamos ante algo bueno, pero nunca pasa nada importante. Al final, la vida del "mejor comediante del mundo" resulta bastante insípida. Qué lástima, porque tenía mucha tela de donde cortar.